viernes, 1 de abril de 2011

Merlín y la Dama del Lago


Merlín no estuvo presente en la batalla final de Arturo. Para entonces se había alejado de Camelot y se encontraba derrumbado por ua desdichada pasión que le alteró la tranquilidad en el ocaso de su vida. No existió otro mago que le pudiera equiparar. Nadie como él conoció la esencia misma de la naturaleza. Hablaba con los animales y dominó el don de la invisibilidad. Cuando fue necesario, demostró su capacidad para controlar el clima y transformar personas y objetos a su antojo. Descubrió los secretos del Sol y de la Luna, que encierran misteriosas leyes que rigen la danza celestial de los astros. Por las venas de Merlín corrió sangre oscura y poderosa. El druida fue el hijo de la unión entre un demonio lascivo y una monja inocente que el íncubo atrapó en sus brazos. Por la naturaleza demoniaca de su padre, el mago irradió una fuerza superior a la de todos los mortales, pero el legado de su madre hizo que procurara siempre utilizarla para el bien. Por eso nadie imaginó jamás al druida derrumbado por una tormenta del amor. Una hermosa mujer, según algunos hada, conocida en ocasiones como Nimue, Viviane o la Dama del Lago, lo enloqueció de amor con su habilidad y hermosura. Inteligente y astuta, Nimue lo envolvió con ruegos, lamentos y sonrisas y lo convenció de revelarle todos los secretos de la magia. Él, atrapado en la pasión, aceptó entregarle todo a cambio de ser su amante. La seductora aprendiz tomó su tiempo para instruirse y practicar hasta hacerse diestra en cada conjuro, sortilegio e invocación. Día a día la joven quisp practicar nuevos encantamientos y el enamorado maestro buscó a su vez impresionarla con procedimientos cada vez más complejos y arriesgados.

Una tarde, la aprendiz, cansada de los apasionados requerimientos del druida, que deseaba siempre estrcharla entre sus brazos, y segura de haber superado con creces a su maestro, pronunció un poderoso conjuro que encerró, para siempre, a Merlín en el interior de un Árbol.

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